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Night Teeth

El guion del recién llegado Brent Dillon empieza bien al intentar crear una mitología del vampirismo realmente única. Aquí, un acuerdo alcanzado hace siglos entre vampiros y humanos (concretamente, los residentes de Boyle Heights, un barrio históricamente latino de Los Ángeles) permite a las sanguijuelas permanecer en la sombra, sin que mucha gente sepa de su existencia, siempre que no se alimenten de seres humanos sin consentimiento -hay muchos por ahí que disfrutan con este tipo de cosas, reconoce la película- y ni siquiera cazan dentro de Heights.



Sin embargo, el jefe de los vampiros, Victor (Alfie Allen), no está contento con este acuerdo y envía a dos de sus secuaces más capaces, Blaire (Debby Ryan) y Zoe (Lucy Fry), para que masacren a la competencia y causen estragos en la ciudad. en el transcurso de una noche. El joven Benny (Jorge Lendeborg Jr.), un estudiante con ambiciones musicales, acaba convirtiéndose en su chófer un poco por accidente, cubriendo una escapada de su hermano Jay (Raúl Castillo) -quien, por cierto, también está involucrado en esta historia de forma inesperada.



Suena como la premisa perfecta para un thriller de ritmo rápido y bajo, respaldado por un cierto atractivo kitsch, y completado con secuencias nocturnas urbanas empapadas de neón, ¿verdad? Pues los que están detrás de la cámara no parecen pensar lo mismo. El guionista Dillon quiere profundizar en la construcción de los personajes, lo que estaría bien si tuviera alguna idea de cómo convertirlos realmente en creaciones tridimensionales. En cambio, la película sitúa al protagonista Benny en un confuso viaje de maduración y logros profesionales, que también pasa por el improbable enamoramiento de una de sus pasajeras vampiresas, la (relativamente) dulce Blaire.

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